viernes, agosto 22, 2014

Reconocer la meta

Acaricio con dedos
las yemas del Agosto,
lo seco del terruño de inciertos temporales,
lo negro de los campos
con casas tan inciertas.

Un árbol presume de paisaje:
lo miro defraudado.

Lo miro y sigo andando.

Primera subtural del aversivo




Quizá sea algo distinto lo que requiera el día. Quizá no acierte a describir
pronombres ni adjetivos. Quizá hoy haya sido un día irrepetible a secas.

El rumor de alga entre tu pecho.

El temblor de tu pierna izquierda mientras la estrangulaba (estertor de vida en la agonía que expande el no morirse lejos) o simplemente un corazón rozado a penas por un corazón rozado poco.

O toda la incertidumbre entre las venas porque recuerdo cuando te resultaba aversivo: aversión como parte de tu innombre.
Aversión como noches sin testigo.

PS.- Queda mal maquetado, pero no ansío la forma. (Sí, acaso, los silencios)

domingo, agosto 03, 2014

De otras las causas

No, no es motivo esta noche
enlazada a otras tantas:
gastado este día entre tantas ausencias.

No, no es motivo aparente
sobornando a otras causas:
enlozado murmullo de redondas aristas.

No, no es motivo probable
entre azares y sueños:
desaliño y ahínco empeñándose en salvas.

No, no es motivo solvente
argentado y brillante:
permanencia cambiante entre filo y desgana.

No, no es motivo loable
reclamaos más llanto,
vertebrar como puertas lo que fueron ventanas.

No, no es motivo insurgente
conferir mayor fuerza,
requerir más deliro a lo que sólo es carencia.

No, no es motivo plausible,
requerir más membranas como amantes insomnes
que recubran lo necio.

No, no es motivo turgente
el sabor de tus tetas bordeando mi boca,
ni el olor a tu sangre rozando mi lengua.

No, no es motivo encontrar un motivo.

Era otra la causa con otros causantes

Era otra la meta y otro el delirio



Nuestro pueblo,Greg Haines

Las vacas de los Cárpatos

Recompongo lo confuso como si tuviera un mapa. Como si del desierto al Himalaya hubiera que transitar tan sólo por una palabra. Y al decir palabra pienso en malabares, en el filo arriesgado de escribir sentimientos al descifrar angustias, pausadas como reses que pastan en los párpados.

Ecos sin sonido (I)

Recuerdo el tiempo en el que llevabas falda y cubrías tus piernas con leotardos de la humedad de la Camarga: un tiempo de acordeones y caballos blancos ensuciados por el barro.

Mirabas desde el balcón del hotel cómo paseaba por la orilla del Rhône cuando me echabas porque querías pintar y aún no sabías cómo. Y, cuando tras varias horas, volvía, me preguntabas por qué. Y yo no acertaba sino a posar mi mano en tu pecho y preguntarte, a mi vez, si importaba acaso.

Esas preguntas -creo ahora- no eran sino la expresión del estupor que nos causaba que nuestra sola presencia fuera la mejor respuesta, y no porque fuera la única posible, o la peor de entre todas de las imposibles, sino porque era, a secas, suficiente.

Aún guardo tu jersey gris manchado de óleo amarillo. Perdí el paraguas hace ya mucho y, desde entonces, no corro cuando llueve ni, tampoco, esquivo los charcos.

Gemas por la espalda

¿Qué parte del deseo espurio y pautado
parte de tus ojos
y se parte en tu boca?

¿Qué desequilibrio emboscado
mantiene el inaudito atávico
embrujo de tu sabor a labios?

¿Qué desazón desborda por tus hombros
y se guarece en mis manos
para librar tus nalgas?

¿Qué conrazón mantiene el adiós
a base de no nunca no
y luego tampoco?

¿Qué o tal vez nada
recuerda acaso un no
ni tan siquiera?

¿Qué o tal vez sí
rememora un tan en tiempo
o un nunca tuvo su ahora?

¿Qué o tan cansino intento
regurgita geranios
y emana enredadera?

¿Qué tiene sabor a tu espalda
que no tenga en mi lengua
su refugio?

¿Qué o cuál será el tiempo de trincheras?

Tan sólo se me ocurre una respuesta:
fundir el ahora en un punto brillante,
una gema a la que querremos alabarla.





Nuestro pueblo,Greg Haines