viernes, abril 30, 2010

Misma música: distintas tempestades

Accidentadas amapolas

Cuando siento miedo,
levanto tempestades
de años y siglos y amapolas
-se desangran los trigales
y yo me siento inerme
a conjurar temores
y hacerlos caracolas
o pelícanos delgados como juncos,
o piedras sacrificio para soles-
inerme, pero aún almado,
se me escapa el sinsentido de tus labios
el roce de la arena en mis tobillos
o las sombrillas dislocadas por los vientos
que buscan un pecho en el que hendir su anclaje
porque temen del viento su destino.
Anteayer no llegó la noche,
la luna era llena y Lucía por todos los rincones
entre los que
-a secas-
te follabas en mí como accidente.

Y no llegó el viento a ser tu nombre.
Y no llegó tu nombre a callar el viento.
Y no llegó, llegaste, llegarías o llegaras,
o llegases lejos del pronombre
(“tú”, me suena a sueño…
“yo”, ni a sueño suena,
pero me sabe a tierra
a penas y a barrancos)

Desarboladas madreselvas.

3 Comments:

Blogger ybris dijo...

Miguel Hernández dio el corazón del amigo a las desalentadas amapolas y levantó una tormenta ávida convocado por la ira de su temprana e injusta muerte.
A ti es el temor quien te convoca.
Y es que a veces no llega la noche a aproximar los nombres ni los pronombres.
Y el yo ni siquiera sabe a sueño.

No es extraño que todo se conjure para accidentar las amapolas o desarbolar las madreselvas.

Bello y sentido poema.

Abrazos.

30/4/10, 8:08  
Blogger UMA dijo...

La luna llena estaba por la noche cuajando el mar, también estaba al despertar entre la arboleda, nunca él estuvo tan presente...o sí, como en aquella "mar chiquita".
JO! cabría aquí, verdad?
Dulcísimo en el dolor.
Un abrazo fortísimo.

1/5/10, 15:19  
Blogger gaia07 dijo...

Entre accidentadas amapolas y desarboladas madreselvas… Lucía.
De accidente nada.

5/5/10, 20:05  

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