jueves, diciembre 31, 2009

La eternidad y un día

Ayer vi "La eternidad y un día", una película de Theo Angelopoulos que obtuvo la palma de oro en 1998. En mi opinión, entrelaza demasiadas historias, así que me hago una versión reducida filtrando las que me parecen accesorias: ya lo he hecho con otras películas, me creo mi propia versión. En cierto modo es como subrayar un libro.

El protagonista, Alexandre, es un escritor griego que sufre una enfermedad grave y, la víspera de su ingreso en el hospital, realiza una especie de ajuste final de cuentas. A lo largo de la narración se va escuchando la lectura de una carta que le escribió su mujer ya fallecida, Anna. Es, con diferencia, la historia que más me ha conmovido de todas las que se entrelazan.

Aquí os presento lo que supongo sería la totalidad de la carta. Está hecha a mi manera, no pretende ser absolutamente fiel.


Todavía dormías cuando me desperté. Te miré respirar. ¿Soñabas, Alexandre?
Moviste ligeramente la mano como para buscarme. Tus párpados se entornaban; luego te volviste a sumergir en el sueño. Una gota de sudor afloró, como una perla, entre tus ojos: rodó, viajó. Una puerta rechinó. Salí hacia la escalinata y lloré.
Te escribo inmóvil frente al mar, desvanecida. La casa huele a leche caliente y a jazmín húmedo. Te escribo, te hablo. Tengo la impresión de estar tan cerca de ti… pero te sientes amenazado y te resistes. ¿Crees que amenazo tu mundo, Alexandre? Sólo soy una mujer enamorada.
Por la noche te miraba. No sabía si dormías o callabas. Tenía miedo de lo que pudieras pensar, miedo a ver mi reflejo en tu silencio. Entonces, dejé hablar a mi cuerpo –el único lenguaje que conozco- porque sólo de esa manera no te sentías amenazado. Sólo soy una mujer enamorada, Alexandre.
Iba desnuda sobre la arena, el viento soplaba, un barco pasaba, tardabas en despertarte, sobre mí todavía sentía tu calor: no me atrevía ni a soñar que soñaras conmigo. ¡Ah, Alexandre! Si sólo por un instante, pudiera creer eso, no sería más que un grito.
Intento robarte entre libro y libro, vives la vida cerca de nosotras, tu hija y yo, pero no con nosotras. Sé que un día te irás, el viento sopla tus ojos y miras a lo lejos… pero, hoy, regálame este día, como si fuera el último. Regálame este día.
Lejos, lejos, tan lejos, tu isla viaja. Una de tus camisas olvidadas flamea en el balcón al viento. Tú protegido en la penumbra de una habitación atrapada por las voces de la noche, te miro con los ojos cerrados, te escucho con los oídos tapados, sin boca, te llamo.
Te escribo delante del mar, todavía y todavía, te escribo, te hablo. Cuando llegue ese día acuérdate que la miré con mis ojos, que la acaricié con mis manos. Tengo que esperarte aquí, rocío. Concédeme este día.
Un día me preguntaste: ¿Cuánto dura el mañana, Anna? La eternidad y un día, te respondí.



Borders (La eternidad y un día, BSO), Eleni Karaindrou.
Para descargar la canción
pulsad aquí con el botón derecho.

1 Comments:

Blogger gaia07 dijo...

Creo que ya no veré la película. No podrá gustarme más que esta carta.

1/1/10, 22:04  

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