miércoles, febrero 27, 2008

Evanescente

Para Eva,
que me hace creer
(y crecer)
en las horas del día.



Apoyar la cabeza en tu pecho
es la mejor forma de auscultar
para sentir tu corazón.

Pensar que ese latido
se transforma en ti:
un milagro.



PS.-
Cuando se escribe un poema se destila un tiempo en unas estrofas. Un tiempo en la vida, la vida en un tiempo. Las horas del día parecen confusas, difusas las horas describen silencio, silencio de sangre, silencio de viento. Pero el silencio se agota y se vuelve a escribir con un grito no casual, sino labrado en el hierro.

Una pared firme
recibe el impacto
con pechos de seda
y canción de cuna.

Soñamos con lazos
que anudan
dos frágiles dedos:
un son de guitarra
y todo el deseo.

Recelo de mí
-de mi cautiverio-
recelas de ti
-de tu protohistoria-
recelas,
recelo.

Y , entre dos ciegos,
entre tanta amargura,
reviven dos niños
de mar y de cielo.

Extremo ser yo
mientras tú te extremas
en velas y viento
de alfombras antiguas
tejidas con duelo,
enjaezados corceles,
ansiados jinetes
sobre la llanura
de encinas y vértebras.

Invertebrado requiebro.


      Julien Et Barbara (BSO de 2046), Deierue Georges

2 Comments:

Anonymous Anónimo dijo...

Mi historia habla con los graznidos
de recuerdos carroñeros
que no saben esperar
a que haya muerto.

Sacrílega con la vida,
expongo esa muerte atemporal
en un collar que enhebra sueños fracturados.

Mi protohistórica palabra escrita
es una monolítica tristeza
a falta de sepultura para la memoria.

Mi alma no acierta a desplazarse
con su gravitatoria fuerza de piedra.

Pero tus versos -seísmos del amanecer,
cataclismo que descompone la mañana-
elevan mi nombre pétreo y subterráneo.

Duramente, Eva soy, sí,
pero, por ti, hoy me apellido Hiedra.


(No hay besos, ni versos, suficientes para compensarte. Gracias, Carz)

28/2/08, 11:03  
Anonymous Anónimo dijo...

y esto?

8/5/08, 15:11  

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