martes, junio 26, 2007

Hijos de Abraham

Bajando de noche por el Nilo en Ramadán
me asistieron con sus prédicas los muecines
antes de que Islam sonara a venganza.

Allí también busqué consuelo.

Y lo encontré en los desiertos de Nubia
una tarde entera solitaria fotografiando el horizonte
mientras Amón Ra se adentraba en la tierra de los muertos.

Y lo encontré fumando la narguile en el zoco,
comprando mi pipa con un hombre de barco,
tomando té con menta en un bazar.

Ahora parece que todo es distinto
y no lo sé, porque no he vuelto.

Allí también quedó parte de mí:
esa melancolía vasta
que sólo cabe en el desierto.




      The sacred Koran, El cielo protector (BSO)

2 Comments:

Blogger Joan Torres dijo...

Mi primer desierto fue el del Sinaí, muy cercano al que describes. Y mi ciudad eterna, la invisible, la que siempre me acompaña y a la que siempre regreso: Cairo.

26/6/07, 11:38  
Blogger Hipatia dijo...

Nunca he visitado el desierto; pero también conozco la melancolía que ocupa todo un desierto; y el desierto interno cuando siento que algo dentro se me escapa; y el desierto de recuerdos poco útiles; y el de cosas que quedaron junto a mí y no me decido a tirar. Y el desierto de sonidos que no cesan... Y el de la ausencia de palabras, desgarrador y desesperante... Y el que media entre los silencios, y el que habita en compañía de otros, incluso los más queridos...
Gracias, Carz.
Un abrazo desde la Enterprise.

28/6/07, 0:58  

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