2046 “Todos los recuerdos son surcos de lágrimas” (Wong Kar-wai.)Dice la tradición que cuando alguien tiene un secreto que no puede confesar y que le angustia ha de ir a lo profundo de un bosque, practicar un agujero en un árbol, susurrar el secreto dentro y taparlo con barro.
Bien, esta narración será mi agujero, y el barro el anonimato de los personajes. Esta narración empieza donde acaba una historia y espero que le sirva de digno sudario.
La nuestra fue una historia que estaba herida de muerte desde su nacimiento. Desde el principio supe que no podía tener un final feliz, que un final no doloroso era difícil pero no imposible y que, por desgracia, el final sangrante era lo más probable.
Aún así, comprendí que la belleza de la relación debía radicar en que constituyera siempre un camino, y el camino ha sido para mí muy hermoso y tan cautivador que bien valió este dolor de ahora. No sé cuanto durará este estado de desesperación y abatimiento, pero estoy seguro de que habrá merecido la pena.
Cantera
Si para que tu me hayas amado
tengo que sufrir lo que me espera,
si por amar de esta manera
he de soportar un llanto soterrado.
Si por sentirme ahora abandonado
fue preciso llegar hasta tu acera
tengo por bien ganada esta hoguera
tengo por bien quemado lo quemado.
Porque para fumar la adormidera
es preferible sentirse derrotado.
Porque no se puede ser cantera
sin que a golpes te hayan horadado.
Porque para que un árbol sea madera
es preciso que se haya deshojado. (publicado ayer en Raíz aérea)
Evolucionan mis pensamientos de forma caótica y lo que más me hiere es imaginarla con una expresión dura en su rostro, en fin, siempre albergué el temor de convertirme en un ídolo de barro para ella, como así parece que ha sido. No puedo decir que no contemplara dicha posibilidad, no puedo alegar ignorancia. Ahora he de afrontar el reto de sus posibles descalificaciones, procurando que no perturben la memoria de nuestro camino.
El nombre: nada“Pero es imposible olvidar la quinceava batalla en el infierno de la nada”(Tomas Tranströmer)Ayer fue un día terrible. Me desbordé emocionalmente y perdí el control y no pude dejar de llorar como hacía años. Reconocí perfectamente mi rincón en el infierno.
Pretexté una excusa y me pasé el día en el despacho, sabía que no habría nadie en el trabajo pues aún estamos de vacaciones. Desde allí escudriñaba los ecos de mi desesperación:
nada, había dejado de existir, en el entorno virtual no era
nada, parecía que el símil del árbol funcionaba incluso mejor de lo que yo esperaba. Al final recurrí al auxilio de mi gran amigo de la adolescencia, lo llamé por teléfono e intentó consolarme lo mejor que pudo: el también reconoció mi rincón en el infierno, aunque hacía diez años de mi última visita.
Se portó bien, conciliador, comprensivo y esparciendo pellizcos de realidad sutilmente para que me diera cuenta de lo absurdo de la situación. Yo ya sabía que era absurdo, pero no lo
sentía como tal y por ello me desbordaba. Me invitó a que lo llamara todas las veces que lo necesitase, pero, por fortuna, no ha vuelto a ser necesario de momento.
Me fui a dormir temeroso de las pesadillas y más temeroso aún del despertar.
Una vez despierto dudé si era conveniente volver a escudriñar los ecos virtuales, pero al final lo he hecho, sigo siendo
nada… funciona el barro… seguiré susurrando mis secretos en el agujero…
La oportunidad“El amor es una cuestión de oportunidad, no sirve de nada conocer a la persona idónea demasiado pronto o demasiado tarde “ (Wong Kar-wai.)Recorro de memoria tus palabras, atesoro las miradas, tu sonrisa, nuestra primera luna, esa foto que tanto me gusta: tu máscara de presentación en mi vida. Todo ello procuro guardarlo en su sitio, dejarlo a salvo de esta angustia, de esta nausea sartreana y de este descenso tan denso, tan amargo. Intento ponerme al lado del dolor, no temerlo y por ello dejar que me acobarde y provoque mi huída y el olvido, no bañarme en él y hacer de él un estandarte, quiero verlo crecer y dejar que esculpa en mí sus enseñanzas, sentir que me humaniza y que me aleja del mundo de las bestias.
Pasará el dolor pero quiero que quede el recuerdo, quiero poder reescribir para ti antiguos poemas que para mí resultan de una bella amargura, poder escribir en unos años….
“… yo sé cómo nos amamos
y, después de tantos años,
debo confesarte que
-aunque ya no lo recuerdes-
yo sé que nunca fue mentira”